milnovecientosochentaycuatro

una constelación de presagios


PRELUDIO.



Las décadas de 1970 y 1980 desencadenan un complejo ciclo de memorias latinoamericanas. En términos geopolíticos, fuimos un intenso escenario de la «guerra fría» y su confrontación atávica: pro norteamericana / pro soviética-china. Los efectos de estas polaridades en el modelo democrático y la visión futurible de nuestras regiones se manifestó, por un lado, en el establecimiento de estructuras represivas como estrategia de «lucha contra el comunismo» en alianza con las élites locales; y por el otro, en formas de articulación internacional y tutela ideológica de organizaciones del amplio espectro de la izquierda, bajo la bandera antiimperialista y de la revolución como horizonte último. Paralelamente, los auges extractivistas, las migraciones masivas del campo a la ciudad, el acceso a la educación pública y el estallido espacial urbano reconfiguraron el campo popular.


MATERIAL.


Lourdes Villafagna, Daniel Viglietti, Graciela Paraskevaídis, Fabiano Kueva, Coriún Aharonián y Carlos Pelegrino durante una conversa informal sobre el Nuevo Canto Latinoamericano, génesis de este proyecto, Montevideo (2014).

La «Nueva Canción» surgió en el cenit de la Revolución Cubana y el entusiasmo por el triunfo electoral de la Unidad Popular en Chile, en el cruce de los años 60 y 70, cuyo magnetismo propagandístico promovía ideales como el «hombre nuevo», el que debía emerger del «triunfo socialista», como base ideológica para la creación artística. En una Latinoamérica convulsa, la «Nueva Canción» fue la música incidental del acontecer político, fusionada con las tradiciones de los Andes o del Caribe, devino en elogio de las luchas campesinas y urbanas; expresión contra la censura y el autoritarismo; instituyendo un modo de escucha politizada.



«Danzante del Destino» canción protesta, letra: Jorgenrique Adoum, música: Gerardo Guevara, París, 1967. Coro de la Universidad Central del Ecuador, grabación de 1976.

Los distintos procesos dictatoriales (1972-1990); el triunfo de la Revolución Sandinista (1978); o los visos intervencionistas del gobierno de Ronald Reagan (1981-1989); auparon redes de solidaridad internacional como el «Festival de la Nueva Canción Latinoamericana», cuyas resonancias políticas y culturales alcanzaron una escala global. Sus versiones en el Auditorio de la Ciudad de México (1982) y la Plaza de la Revolución de Managua (1983) fueron multitudinarias y reunieron a las figuras clave de la «música comprometida».



En julio de milnovecientosochentaycuatro, la sede del «Festival de la Nueva Canción Latinoamericana», tercera y última versión realizada bajo este enunciado, fue Quito. En varias jornadas, cuarenta mil asistentes llenaron el Coliseo Julio César Hidalgo, días antes del inicio del gobierno neoliberal de León Febres Cordero (1984-1988). Su paisaje sonoro fue de mayor amplitud, a los artistas miembros del Comité Internacional de la Nueva Canción, se sumaron grupos ecuatorianos y artistas exiliados. Según varios testimonios, la potencia del festival estuvo en sus contornos, en lo inaudible y menos visible, en los encuentros y desencuentros entre distintas tendencias y facciones del espectro de la izquierda reunida en Quito. La frase que podría resumir este inesperado mosaico es: «ahí estuvo todo el mundo». Esto incluye, obviamente, un importante contingente de inteligencia policial y militar encubierta para vigilancia e infiltración.

¿Qué significó juntarse aquella vez, quizás por última vez? La noción de presagio nos ofrece la posibilidad de leer esas vidas cruzadas, las contradicciones latentes en el coliseo… Lo que fue una proclama por la «liberación latinoamericana», en medio del éxtasis colectivo, deviene en corazonada, en pulso que antecede a la fractura, al abismo. Todo lo cantado, escuchado y dicho en poco tiempo pasará a decir «otras cosas», a ser «eco». Varios referentes ideológicos tendrán un declive vertiginoso; los proyectos guerrilleros terminarán abatidos a manos de nuestros «gobiernos democráticos»; las revoluciones anunciadas por la «Nueva Canción Latinoamericana» no serán.


FORMAS.


Marilú Calisto, diseñadora de la portada del álbum doble Tercer Festival de la Nueva Canción Latinomericana, Quito (2024).

milnovecientosochentaycuatro es una investigación regional que combina archivismo, memoria oral y autohistorización. Su motivo es reconstruir, a modo de constelaciones, las tramas políticas, las conexiones estéticas, el radio emocional y la huella material del «Festival de la Nueva Canción Latinoamericana» en sus versiones: 1982, 1983 y 1984. Así mismo, esbozar algunas de sus «resonancias» en el presente, tanto desde la propaganda nostálgica de los gobiernos progresistas; los desmarques y la rehabilitación poética producida durante levantamientos populares recientes; y finalmente, cómo el actual giro conservador despierta una nueva corazonada, que nos demuestra la vida política y el presagio en sus ciclos.


INVESTIGACIÓN.


La investigación milnovecientosochentaycuatro aborda la cultura de izquierda, el nuevo canto latinoamericano y el contexto político local y regional de las décadas de los 70 y 80. A la vez, es una red de confianza con figuras clave que gestionaron, participaron o asistieron a los Festivales del Nuevo Canto Latinoamericano en sus tres versiones. Mediante entrevistas in extenso sobre temas de militancia política, espacios de sociabilidad, consumos culturales, represión estatal y legados ideológicos, se construye un cuerpo testimonial para varios dispositivos narrativos.


Fabiano Kueva, el cantautor y músico Enrique Males y la coreógrafa Patricia Gutiérrez en la Casa del Viento, Comuna Pucahuaico, Imbabura (2024).




JORNADAS.


La proposición de CONSTELACIONES tiene referencia en autores como Walter Benjamin, George Didi-Huberman o Enzo Traverso, que ven en los resplandores, las ausencias, las huellas o las paradojas, una senda de lectura para las relaciones entre pasado y presente, entre lugares y acontecimientos, entre sujetos y comunidades. Una opción de fuga al modelo monumental y unívoco que fija las “verdades” y jerarquiza los “sentidos” dejando de lado lo liminal, lo personal. Un ejercicio de memorias cruzadas, entretejidas, en las cuales la vivencia, las imágenes, los sonidos, el archivo o los movimientos de lo social, se hacen perceptibles de un modo renovado, sutil pero potente.

Volver la mirada y la escucha al año milnovecientosochentaycuatro; al gobierno de León Febres Cordero y su proyecto neoliberal autoritario; al auge de la cultura de izquierda asociada a la resistencia y la movilización social. Para este ejercicio, se consideran presencias de diversos campos, prácticas y experiencias, como el testimonio vivo, la investigación histórica y social, la creación artística, la musicología, el periodismo o la gestión cultural; articulados en cuatro ejes / cuestiones para la discusión:



EQUIPO.


Dirección de proyecto: Fabiano Kueva

Diseño: Karina Barragán / Marilú Calisto

Asistente de investigación: Milena Montesdeoca

Comunicación y asistencia editorial: Alicia López Andrade

Registro audiovisual: Antony Lozada


Con el apoyo de:

CISNEROS INSTITUTE – MOMA Artist Research Fellowship 2024.

Proyecto de Iniciativa Ciudadana auspiciado por el Municipio de Quito a través de la Secretaría de Cultura. Fomento a la Creatividad, Patrimonio y Memoria Social.

Con la colaboración de:

Fonoteca Nacional de México

Colección Traversari Ecuador.